El día que me vaya

El día que me vaya sólo te pido una cosa. No busques un culpable de mi huida. No pienses en motivos ni en rescates, no vuelvas la mirada en mi dirección ni intentes retenerme en uno de tus muchos actos de falsa valentía que solían crearme esa esperanza que tan poco me duraba.









El día que me vaya no pienses en todo esto. No pienses, por favor, en qué habría pasado si hubieras cambiado tus palabras, cumplido tus promesas o entendido mis enfados porque, el día que me vaya, espero que sepas que ya lo habré pensado yo por los dos.

El día que me vaya no creas que se trata de otro arrebato de los míos que espera, como casi siempre, que vengas, como casi nunca, corriendo a por mi mientras prometes que ésta vez todo ha cambiado.

El día que me vaya sabrás que sí ha cambiado. Que ha cambiado la voz de niña tonta con la que acostumbraba a decirte que sí a todo, ha cambiado mi prisa por recibir esos mensajes que solían llegar siempre tarde, y ha cambiado mi forma de mirarte con paciencia cada vez que tus actos contradecían tus palabras hasta el punto de hacerme creer que estaba volviéndome loca.





El día que me vaya espero, y lo espero de verdad, que sepas que el loco eres tú. Loco por pensar que iba a estar así eternamente, sentada en el bordillo viéndote ir y venir a toda velocidad por que realmente pensaba que esos cinco minutos de parada que me dedicabas eran suficientes como para esperarte durante días. Loco por dejarme escapar y loco si piensas que puedes hacerme volver. Y por muchas cosas más que vendrán a tu cabeza el día que me vaya.




El día que me vaya si de algo han servido tantos días de no irme será para que entiendas que me he dado por vencida. Y dicen que las batallas sólo se pierden cuando se deja de intentarlo. Así que sí, el día que me vaya definitivamente perderé. Perderé una guerra que ni tu ni nadie me preguntó si quería empezar y a la que a estas alturas sabrás que me enfrentaba sin más armamento que la esperanza de que ganara el más fuerte. Por que, sí, la más fuerte soy yo, y el día que me vaya sabrás que lo soy y que luché hasta el final para sacarte de tu mundo en el que vives convencido de que nada de lo que haga por ti será nunca suficiente.




Y es que el día que me vaya no se si sabrás que luché contra tu orgullo con todas mis fuerzas, incluso me arriesgaré a irme sin saber si piensas que mi esfuerzo mereció la pena, pero si sé que, el día que me vaya y te deje disfrutando tu victoria, lamentarás no haber sabido pedir a tiempo la tregua.

Comentarios

Publicar un comentario

Entradas populares