Archivos incompletos

Creemos que, cuando alguien nos hace daño, la mejor solución para ahorrarnos sufrimiento es echarle de nuestras vidas, borrar completamente cualquier indicio de que en algún momento esa persona fue importante para nosotros, y seguir nuestro camino. 

Y pensaba que madurar era ir poco a poco mejorando esta técnica de amnesia para olvidar por completo a todos aquellos que consiguieran, en algún momento, hacerme daño. 

Pero resulta que no. Resulta que a veces es todo mucho más sencillo. Que eso de que "de los errores se aprende" es mucho más que una frase hecha, y que no hay nadie que pase indiferente por nuestras vidas. 




Y es que puede que sea verdad verdad que hay algunas personas capaces de salir de nuestras vidas sin hacer ruido, sin que las echemos, del mismo modo que nunca las invitamos. Suelen llegar y marcharse en el momento oportuno, cuando más falta nos hacen, y nunca están en nuestras vidas más de lo estrictamente necesario, evitándonos el sufrimiento de las despedidas. 

Pero el problema es que luego están las demás. Para el caso: los demás. El demás.

Ese individuo que desde el minuto uno sabríamos que estaría en nuestra vida, que lo queríamos en nuestra vida. Nuestra alma gemela, lo llaman... Cualquier cursilada nos valía para explicar esa fuerza tantas veces inexplicable que nos llevaba a necesitar pasar tiempo con esa persona, saber de ella, compartir con ella cada detalle de nuestras vidas, que empezaban a estar un poco más completas desde su llegada. 



Pero, antes o después, se nos acaba la "magia". La paciencia para aguantar determinadas cosas. Ese cristal que nos hacia verlo todo color de rosa, se rompe, y nos deja desarmados mirando de frente a la realidad. 

Y casi nunca nos gusta. Y empezamos a auto destruirnos por no destruir al otro, y sentimos que nos han fallado pero no sabemos si en realidad nos hemos fallado a nosotros mismos.  Y necesitamos, de repente, salir corriendo. Y es que, cuando sientes que una persona te completa cuando llega a tu vida... ¿Que es lo que sientes cuando se va? Puede que sea ese vacío al que no acabamos de acostumbrarnos. 

Y tenemos todo tipo de técnicas de amnesia que vamos mejorando con el paso de los años, pero, al final, nada consigue hacernos olvidar ni permitirnos reemplazar ese lugar que algún día le dimos a no se quien, porque, no se en que momento, pensamos que lo merecía. 

Y es entonces, ante nuestra imposibilidad de reemplazar lo irreemplazable, cuando decidimos borrar. Borrar para que duela menos. Borrar, al fin y al cabo, para olvidar. Y así eliminamos de nuestros archivos todo lo bueno y lo malo de esa persona, para evitar que ni un resquicio de su paso por nuestra vida vuelva a golpear nuestra memoria rompiéndonos los esquemas de nuevo. 

Y la primera vez, funciona. Y es así, y borras, y olvidas, y pasas página, y está todo bien, o al menos eso crees.




Pero son ya demasiadas las personas que entran en nuestra vida y la dejan patas arriba como para dedicarnos a ir borrando de uno en uno todos los recuerdos y todos aquellos con los que los compartimos, para quedarnos al final, con poco más que un puñado de archivos incompletos.

Y es así como aprendemos que ahí no esta la solución. Que muchas veces los que más daño nos hacen son los más capaces de enseñarnos lecciones que tarde o temprano teníamos que aprender. Que olvidar a alguien no consiste en borrar completamente de nuestra memoria cada paso que dio en nuestras vidas. 



Que, a lo mejor, madurar es en realidad entender que siempre hay algo bueno de cada persona con lo que merece la pena quedarnos y que, lo mejor de nuestras vidas, al final no es más que la suma de esos buenos recuerdos que nunca, nunca, debimos querer borrar de nuestra memoria.





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